En el presente artículo me propongo hablar sobre uno de los aspectos que más nos preocupa a todos los que estamos implicados en el ámbito de la salud: pacientes, familiares y profesionales. Uno de los temas de los que más se ha hablado y en el que sin embargo nos seguimos encontrando con dificultades para manejarnos. La comunicación de información.
Según la Ley general de sanidad: “El paciente tiene derecho a que se le dé en términos comprensibles, a él y a sus familiares o allegados, información completa y continuada, verbal y escrita, sobre su proceso, incluyendo diagnóstico, pronóstico y alternativas de tratamiento”.
A estas alturas de la película 😉 parece que profesionales, pacientes y familiares tenemos clara la teoría y la legalidad vigente, pero sigue haciéndose complicado manejarse con las emociones que nos provoca el hablar de la salud de un paciente, de tu propia salud o de la de tu familiar.
Toda persona, en mayor o menor medida proyecta parte de sí a la hora de comunicar información y se ve reflejado en el que tiene en frente. Del cómo maneje esa proyección (evitando, afrontando, aceptando,…) dependerá en gran medida la cercanía y la eficacia del momento comunicativo. No todos los profesionales sanitarios hemos recibido formación al respecto, pero ese hecho no nos exime de responsabilidad.
Entendemos la información como dañina en sí, cuando lo realmente dañino es el manejo que hacemos de ella y las circunstancias que nos rodean. Imaginaos afrontar la enfermedad a ciegas, engañados o sobre informados.
Una persona con un estado psicológico y cognoscitivo normal no tiene nada que nos diga que no podrá entender y/o adaptarse a la información relativa a su proceso de salud.
La práctica clínica y numerosos estudios demuestran que un paciente informado adecuadamente se adapta mejor a su proceso de enfermedad, se adhiere positivamente a los tratamientos, acepta e integra con mayor facilidad las circunstancias con el objetivo de tomar sus propias decisiones, disminuye su incertidumbre, busca recursos para mejorar su calidad de vida, en definitiva, toma el control. Un paciente informado será más autónomo y más exigente, será más capaz.
Los familiares también podéis encontraros con estas dificultades: ¿Cómo le digo yo esto? ¿No sé si podrá soportarlo? O quizá por vuestra experiencia entendáis que: no debe saberlo, la información le hará sufrir innecesariamente,… Estas dudas y pensamientos no vienen más que del legítimo derecho de proteger a vuestro ser querido. Os planteo en este punto que os asesoréis sobre estrategias para indagar en este sentido con el fin de conocer qué información desea tener vuestro familiar y cómo es adecuado ofrecérsela.
Si es importante respetar el derecho de saber igual de importante será respetar el derecho de no saber.
Te invito a que como familiar reflexiones sobre si tus decisiones se basan en tu deseo, en tus creencias y miedos, o en las del protagonista, el paciente.
La ocultación ( conspiración del silencio) era un comportamiento muy extendido tanto en familiares como en profesionales, podréis verlo ilustrado en el siguiente video
Alimentar falsas esperanzas, o mentiras provocará distancia, desconfianza, confusión, sentimientos de soledad,… será importante centrarse en la información con la que contamos a día de hoy y en expectativas realistas para alimentar la esperanza y favorecer el afrontamiento.
¿Qué pasa cuando familiares o personas cercanas a ti, que eres el paciente, reclaman información de tu estado que tú no deseas darles?
Tal y como dice la ley tú eres el dueño de la información de tu estado médico, así que será decisión y responsabilidad tuya con quien la compartes. Los médicos entenderán que tus familiares más cercanos, los que te acompañen en las citas médicas, tienen tu autorización para conocer tal información, a no ser que expreses lo contrario de forma explícita.
Muchas personas pueden sentirse obligadas a informar más de lo que les gustaría a personas que se interesan.
Te recomiendo meditar sobre el beneficio que obtienes al comunicar esa información. Es posible que prefieras que algunos datos sobre tu enfermedad permanezcan en la intimidad, no dudes en preservarlos si es así. Tus compañeros, amigos o familiares deben poder comprenderlo, eso sí, te animo a hacer un pequeño esfuerzo por explicarles que deseas mantener en privado ciertos detalles sobre tu estado ya que eso te ayuda.
Ya bastante privacidad se pierde con el hecho de ser paciente ¿no crees?, tu situación no tiene porqué ser vox populi si tu no lo deseas.
Otro punto totalmente distinto es aquel en el que decides no comentar lo que te ocurre por vergüenza, culpabilidad, u otros reparos. Te propongo reflexionar sobre todo el apoyo de personas cercanas del que te estas privando y si tus pensamientos se ajustan a la realidad. No somos culpables de nuestras enfermedades por mucha conducta de riesgo que cometamos, al menos, esa es mi opinión.
Será importante que encuentres equilibrio en el manejo de tu información, encontrar ese punto con el que te sientas cómodo y que te sirva para afrontar y utilizar tus apoyos y recursos.
Espero que te haya resultado útil esta información y mis reflexiones.
Nos seguimos leyendo 🙂
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